Ahogarse






Seguramente la mejor  sensación en el mundo es sentir que te ahogas, que tragas litros y litros de agua y te hundes en las oscuras entrañas de ese inmisericorde Dios submarino; y todo para resurgir y tomar aire, fuerza, impulso, sales vivo de esa experiencia y por lo tanto más fuerte.

 La mejor sensación en el mundo es sentir que lo pierdes todo sólo para volver a levantarte de entre los escombros. Con una determinación mayor, con una claridad y una visión con la que no contabas anteriormente.

 Así me sentí este último par de (¿meses?) días, como un náufrago sin rumbo, a punto de sucumbir entre la tristeza y la frustración. Benditos los dioses recordé una pequeña historia que tenía en una vieja carpeta de ilustraciones, así que la busqué, la desempolvé, saqué las viejas hojas del guion, el arte en bocetos y me puse en marcha, con mi antiguo amor, el dibujo. El simple hecho de volver a tomar el lápiz, la libreta y los estilógrafos, ya era en sí, un reto inigualable, desde el año pasado no tomaba un proyecto de ilustración tan en serio, ni siquiera una ilustración grande.

Era, como ya dije, caer en lo más bajo, dejar que los problemas diarios, el trabajo, el poco tiempo, y el estrés tomaran parte importante de lo que realmente soy, un jodido creativo y como tal simplemente no puedo, ni debo, darme el lujo de dejar de crear. Así que tomé cartas en el asunto, un par de cervezas y me enfoqué nuevamente en el arte.

Así que, básicamente, este escrito era para mí mismo, como un recordatorio, un deadline imaginario, una patada en la nuca, sobre nunca rendirse, nunca dejar que el mundo me absorba, coma y escupa como un pedazo de gorgojo verde y viscoso.

Hay varios proyectos en puerta, con un camino difícil, lleno de miedos y posibles errores, pero esos son los cimientos de todo buen camino, de todo buen plan malévolo. Seguir adelante, siempre fuertes, siempre sonrientes. Y si las cosas, que por lo general nunca salen como queremos, se tuercen, demos una ligera vuelta, rodeemos el camino y volvamos a la marcha, sin detenernos. Seamos los Tylers Durdens, pensando que podríamos morir en cualquier momento, y vivamos al máximo, sin retirada, ni rendición.

Tal  vez este desvariando, pero creo que es la mejor clarividencia que he tenido en meses y por ende la mejor medicina contra el aburrimiento y depresión.

Yippie Kay yei, banda.

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