Todo se ve hacia dentro





Anoche te soñé

Los mismos ojos y la misma sonrisa que me conquistó.

Pero la historia era diferente.

Esta vez eramos amigos, aún después de todo lo que ya habíamos pasado juntos. Y vivíamos tan cerca que con el simple hecho de asomarme por la ventana de mi estudio podía verte, al cruzar la calle, atenta, concentrada, trabajando en tus cosas.
Sentías mi mirada, alzabas la vista y sonreías.

Te escribía y respondías, siempre a diario.
"Puedo verte" era el titulo en el primer correo.
"Lo sé, Carajo, todo se ve hacia dentro" respondías. Ambos son reíamos viendonos directamente a través de las ventanas y levantando la mano a modo de saludo.
Tu, sonriendo, presumiendo tus dientes grandes y tus ojos cafés con forma ovalada, tu piel morena y tu cabello excesivamente corto.
Yo, en frente, sonriendo como la primera vez que te vi, mientras tomaba café.

Fue difícil desprenderme de ti. Aceptar que te habías ido. Caminar a todos lados con la sensación de abandono. Estar sin estar. No tener la compañía que siempre me diste para poder charlar.

Despues, cada mañana, abría la ventana de mi estudio y veía la tuya, sola, triste y apagada. No era justo lo que te había pasado, pero ¿cuando la vida es justa?

Decidí rentar tu hogar, tu espacio, quería, desesperadamente, seguir sintiéndote, llenarme de la energía que pudiste dejar en aquel lugar. La mudanza no tardó nada en completarse. Luego, cuando todo estuvo listo, los muebles en su lugar y toda mi área de trabajo armada, abrí la cortina que cubría la ventana y vi mi viejo estudio, apagado y abandonado. Sonreí con un dejo de tristeza. Salí a la calle un momento, la noche era ya una invitada más, caminé a la carretera, justo en medio de ambos hogares, de ambas ventanas, voltee mi mirada hacia tu estudio, ahora mío, y vi la luz llenando cada hueco.

Te vi claramente ahí, concentrada, llena de vida, haciendo de todo lo que sabías y amabas hacer. Me reí en voz alta y entendí.

"Carajo, si se veía todo hacia dentro".

Regresé a mi nuevo hogar, buscando una taza de café y pensando sin pensar mucho en ti.

Cerré la puerta tras de mi.
Click.

Ahi desperté, nuevamente con la sensación de abandono. Sentado frente al monitor, con la espalda adolorida, a un lado de la ventana.

Pensé en café, en ti y todo lo demás.
La vida sigue y no se detiene.
Sonreí sin dejar a un lado la tristeza que me llenaba hasta el más alejado hueco de mi alma.
Me prepare ese café y salí a tomar aire cerrando tras de mi, nuevamente, la puerta.

Click. 



Jorge Robles
Febrero, 2019.

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