Farewell, my love.





Hoy, por la mañana, desperté con esa sensación que deja el cambio inminente, esa que te hace sentir una emoción de confianza y plenitud,  pero al mismo tiempo un ligero dolor en el pecho. Hoy tenía que despedirme de mi familia de trabajo. Los mismos con los que me desvelé, tanto trabajando como loco para sacar adelante un proyecto, como tomando cerveza como unos monos salvajes, entre planes concretos a otros que nunca llegaron a realizarse.

Tan sólo el llegar a la oficina, por la mañana, ya la podía sentía distinta, impropia está vez. Pues tantas otras mañanas, desde el inicio, que llegaba como si  fuera mi hogar, pensando en lo que me deparaba el día, entre nerviosismo y emoción;  hoy fue una mezcla de resignación y amor. Vi cada pared, cada nuevo arreglo, cada detalle y cada rincón para no olvidarlo. Intenté hacer reír cuanto pude a mis compañeros de diferentes departamentos, y si, también hacerlos renegar.  Nos llenamos de abrazos, despedidas desde temprano y amenazas de un posible regreso, porque claro, ha pasado y se ha recibido con los brazos abiertos. 

Platiqué increíblemente con mis jefes, me desearon la mejor suerte del mundo, el Speech de Melchor Cadena fue tan genial que fácil le hubiera dado un Oscar a mejor guion. Millones de gracias, infinitas, por el tiempo, la oportunidad y la paciencia. Me voy agradecido, nervioso, pero muy contento. Aprendí mucho, renegué mucho, pero me la pase increíble estos últimos siete años.

¿Cómo fue la despedida?
Sutil al principio. Delicada, dulce. Un llanto que no esperaba, abrazos fuertísimos, una taza de Star Wars de mi querido Mendoza, una ilustración original de mi Lino, buenos deseos, mi diploma de agradecimiento y, por imposible que parezca, un partidazo de futbol, carne asada (preparada por el Maestro JEDI por excelencia, mi amigo y compadre, Israel López) y cerveza. 

Ustedes, gente de 4G, son de las mejores personas que he conocido, creadores de lo imposible, innovadores y almas de las fiestas de cualquier lugar. Los amo sobremanera y siempre, en cualquier lugar, momento y en cualquier escrito que llegue a crear, estarán en mi mente y mi alma, pues como dice su eslogan, Han dejado su marca en mi corazón. 

No es una despedida, sino un hasta pronto.
Toneladas de amor.

Jorge Robles, Enero 2018

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